El vino no era de excelente calidad, pero era lo que le alcanzaba con
la plata que tenía a su disposición en ese momento. Lo descorchó,
vertiendo el contenido en las tazas de siempre. Caminó hasta donde
estaba Thiago preparando su regalo de cumpleaños, su comida
favorita: lasagna. Besó su cuello por detrás dejando el líquido en
la mesada junto a él y se apoyó en la mesada, observando sus manos
manejar hábilmente la cuchilla picando los ingredientes para el
tuco. Ya que su cumpleaños era un día de semana, habían arreglado
para festejarlo solos y reunirse el sábado por la noche en la casa
de Willy a tirar un poco de carne en la parrilla.

Se miró a si mismo, contemplando el patrón escoses en fondo azul,
acariciando la tela. “Me encanta, es muy cómoda”, comentó
sonriendo. Ni bien había llegado, Thiago le había dado el regalo y
lo había obligado a arreglarse un poco. Aunque fueran ellos dos,
tenía que estar bien vestido para festejar su cumpleaños. Así que
se había puesto el único jean decente que tenía, la camisa nueva y
las zapatillas de lona menos rotas que encontró en su armario, ató
su pelo con una bandita, ya que estaba tan largo que le era difícil
controlarlo. Contempló el líquido en su taza, sin percatarse había
bajado la mitad del contenido y comenzaba a sentir sus mejillas
acaloradas, así que decidió apoyar la taza en la mesada por un
momento para no seguir bebiendo con el estómago vacío. Volvió a
mirar las manos de Thiago, subiendo por sus brazos, su amplio pecho.
Observó sus propios brazos, su pecho, comparando. Quedó pensativo
unos segundos mirando el techo, “Estaba pensando que voy empezar a
ir al gimnasio”
Thiago lo miró arqueando las cejas, sin entender muy bien la cadena
de pensamientos que lo habían llevado a largar esa frase. “¿Sí?”,
preguntó asombrado.
“Sí, porque morfo como animal todos los días y
además de caminar de un lado al otro, no hago ejercicio”,
respondió mientras asentía con la cabeza.
La respuesta de su mirada fue ofendida. “Ey... Mi comida es
balanceada, no te va a hacer engordar de más. Y no estás gordo”,
reprochó frunciendo el ceño.
“No, gordo no estoy, pero no tengo fuerza en los
músculos. Como vos.”, apoyó su mano en el bíceps de Thiago,
apretando sutilmente, fibroso y tenso por estar sosteniendo la
cuchilla. La mirada inquisitiva del moreno le provocó una sonrisa
pícara, “El otro día me levantaste como si no pesara nada”
Soltó una carcajada al tiempo que arrojaba los ingredientes en la
sartén para el tuco. “Es que no pesas nada...”, comentó entre
risas.
“Medimos casi lo mismo y tenemos la misma
contextura física, te aseguro que yo no te puedo levantar así de
fácil”, exclamó acompañando la risa.
Sus ojos se achicaron con sospecha mientras una sonrisa tentada se
dibujaba en sus labios, “Aaaah, era por eso... ¡Vos querés ir al
gimnasio para hacer lo mismo que hice yo el otro día!” Volvió a
reír sonoramente, acercándose para darle un beso dulce. “Si es
por mi, así estas perfecto. No necesito que me levantes para
llevarme a la cama”
“¡Ah, pero yo quiero! Me calentó eso”, dijo
señalando para la habitación.
Sin parar de reír, comenzó a picar tomate para la salsa,
“Maquinita...”, farfulló entre dientes.
Se estiró para depositar unos besos suaves en su cuello, olfateando
el hueco debajo de su oreja. “Me gusta tu perfume”, murmuró sin
despegarse de su piel.
“Es el mismo de siempre”, aclaró mirándolo
de reojo.
“Me gusta”, repitió dejando un par de besos
más en su cuello antes de enderezarse. En ese mismo momento sonó el
timbre. Cruzaron una mirada extrañados, por un lado preguntándose
quien sería y por otro lado porque el timbre que sonaba era el de la
entrada del departamento, no el del lobby. Franco camino hasta la
puerta, abriendo con cierta desconfianza, quedando atónito ante la
imagen frente a él.
“¡Sorpresa!”, exclamó la voz aguda de
Agustina con los brazos levantados y un pequeño bolso a sus pies.
Parpadeó un par de veces, intentando descifrar si la que estaba
parada en la puerta de su departamento era realmente su hermana o una
visión, “¿Agus?”
“No, boludo, los reyes magos”, bromeó
irónicamente mientras lo empujaba dándole un beso en la mejilla,
entrando intempestivamente con el bolso, “¡Feliz cumpleaños!”
“¿Qué hacés acá?”, preguntó sacudiendo la
cabeza con los ojos gigantes de asombro.
“Hoy es diez de febrero”, contestó con una
sonrisa incrustada en su rostro.
“Si, ya se. ¿Te convertiste en almanaque? No te
pregunté que día era, te pregunté que hacés acá”, repitió
comenzando a exasperarse por el exceso de algarabía que la rodeaba.
“¡Es tu cumpleaños, nabo!”
“¡No me estás contestando!”
“¡Vine a festejarlo con vos! Así no estás
sólo como todos los años. Además que me quedé preocupada porque
te fuiste tan rápido la otra vuelta. Y encima me contestas los
mensajes en código morse”, habló acelerada adentrándose en el
departamento, “Así que me vine a ver como estabas y de paso
festejamos tu cumpleaños y...”, cortó su frase a mitad de camino
al ver a un persona de pie en la arcada de la cocina.
Thiago asomó para ver quien era que hablaba a tanta velocidad,
similar a cuando Franco se emocionaba y soltaba un conjunto de frases
inconexas y aceleradas, para encontrarse con la versión femenina de
su novio. Baja estatura, cuerpo menudo, pelo dorado y largo hasta la
cintura con unos perfectos bucles en las puntas y unos gigantes ojos
marrones que lo miraban con asombro.
Franco observó la escena donde ambos se miraban asombrados durante
unos segundos, casi cómica, hasta reaccionar. “Mi hermana,
Agustina. Thiago, mi novio”
Ambos habían comenzado a aproximarse al otro para saludar cuando
quedaron a mitad de camino, mirándolo con reacciones distintas.
Agustina giró para mirarlo con los ojos desorbitados, su mandíbula
había caído flojamente. Thiago lo miró con reproche por su falta
de tacto. Suspiró resignado, acercándose de todas maneras a
saludarla con un beso en la mejilla, “Mucho gusto”
Correspondió el saludo, sin salir de su asombro. “Sí, mucho
gusto”, balbuceó, quedando un momento en estado de shock. Volteó
indignada a mirar a su hermano, “Sos un boludo. Idiota. Imbécil.
Nabo. Tarado.”, cada insulto iba acompañado de un golpe en su
cabeza y su espalda con la mano abierta. “¿Por eso andás hecho un
estúpido? ¿Por eso te fuiste antes de casa? ¿Por qué no te
animabas a hablar de esto?”, preguntó sin dejar de pegarle.
Franco se había hecho un bollito sobre si mismo, intentando proteger
su rostro de los golpes de su hermana menor, a sabiendas que a pesar
de ser tan pequeña tenía bastante fuerza. “No, no fue por eso...
Es porque lo extrañaba como loco...”, intentó defenderse para
detener los golpes.
Afortunadamente, su hermana se detuvo, volteando a mirar sorprendida
a Thiago que miraba divertido el espectáculo de los hermanos con las
manos en los bolsillos, observando a Franco moverse rápido a su lado
a abrazarlo.
“Me pegó fuerte”, protestó apoyando la
cabeza en su hombro.
Thiago lo envolvió con sus brazos, pasando la mano por donde había
recibido los golpes a modo de consuelo, “Te lo tenías merecido.
Tenés menos tacto que un oso polar”, exclamó con una sonrisa.
Se enderezó mirándolo refunfuñado por ponerse del lado de su
hermana. Giró la cabeza, seguía allí parada, congelada por el
impacto de verlo abrazado al moreno, miró a Thiago y lo besó
profundamente para sacarla de su estado.
Correspondió el beso, apartándose para mirarlo,
“So' un guacho”,
susurró ofendido por estar montando semejante escena ante su
hermana. Caminó hacia la cocina para continuar la preparación de la
comida, dejando a los hermanos solos en el living-comedor para que
arreglaran sus diferencias.
Agustina se aproximó sin dejar de mirarlo, “¿Por qué no me
contaste, boludo?”, regañó gesticulando con las manos y
pellizcándole el brazo, “¿No podías confiar en mí para decirme
que sos gay?”
Se apoyó contra la mesa, casi sentándose sobre ella, con las manos
enterradas en los bolsillos del jean, encogiéndose de hombros. “No
se... No me animé. Hace poco que me decidí a contarle a todo el
mundo...”
Quedó pensativa, apoyándose contra la mesa junto a él. “¿Cuánto
hace que salen?”, preguntó curiosa.
“Seis meses”, contestó automáticamente.
Observó la espalda del moreno, moviéndose de un lado al otro en la
cocina, con una habilidad asombrosa, miró a su hermano mirando
compungido hacia el piso. “¿Estás enamorado?”, continuó con el
cuestionario.
Sus ojos se enternecieron al mirarla, “Lo amo como a nadie en mi
vida”, afirmó con total sinceridad.
La sorprendió con su confesión tan sincera, una sonrisa dulce se
dibujó en sus labios, emocionada al ver el rostro enamorado de su
hermano, “Entonces me pongo súper feliz por vos”. Cavilando un
momento, volvió con las preguntas, “¿Los viejos no saben?”.
Ante la negación de su hermano, continuó, “¿Les vas a decir?”
Inspiró sonoramente, como tomando coraje, “Sí, voy a Pinamar para
Semana Santa y ahí les cuento”, contestó con la exhalación.
Imaginó el shock de sus padres ante la noticia, siempre tan pulcros,
ambiciosos y snobs, disfrutando de antemano. “Avisame, esa no me la
pierdo”
Soltó una carcajada, “Ya soy la oveja negra de la familia, un poco
más... a estas alturas no me importa”
Continuaron conversando un largo rato sobre los estudios, la
facultad, la tesis, el avance en la carrera de Abogacía, hasta que
decidieron hacerle compañía a Thiago en la cocina que los observó
divertido hablando en buenos términos y contestando alguna pregunta
ocasional de ella, que era igual de curiosa que su hermano. Agustina
observó al moreno chequeando la preparación en el horno, “¡Ah,
es lasagna, tu comida favorita!”, afirmó mirando a Franco, cayendo
en la cuenta súbitamente, “¡Ay, que boluda! Ustedes planeaban
festejar tu cumpleaños solitos”, exclamó tapándose la boca,
percatándose de la mirada cómplice entre ambos, “Igual yo no me
quedo, ¿eh? Me voy a lo de mi amiga que estudia acá, con vos al
lado no puedo dormir porque roncas como un oso”
“¡Yo no ronco!”, se defendió Franco, mirando
inquisitivamente a Thiago, “¿Ronco?”
El moreno hizo un gesto reflexivo, “Digamos que cuando dormís boca
arriba, pero te pongo de costado y dejás de roncar”
“¡Ah, con razón siempre estoy de costado
cuando me despierto!”, exclamó, “Bueno, vos también roncás
cuando estás muy cansado”
“¡Seguro!”, aceptó soltando una carcajada.
Sacó el paquete de cigarrillos, encendiendo uno, calculando que
faltaban unos diez minutos para que la comida estuviera lista.
Agustina observó embobada al moreno mientras exhalaba de manera
sensual la primera voluta de humo por sus labios, sus rasgos suaves,
pómulos marcados, sus cabellos negros peinados perfectamente a la
moda, el buen gusto en la combinación de su ropa, sus hermosos ojos
turquesa contrastando con el color trigueño de su piel, el cuerpo
proporcionado con una belleza masculina natural. “¡Qué hermoso
que sos!”, exclamó sin poder evitar las palabras. Volteó a mirar
a su hermano que la miraba sorprendido, “¿Cómo podés andar
con... esto?”, preguntó sarcásticamente señalándolo de arriba
abajo con su mano, “¿No encontraste algo mejor?”
“¡Ey!”, protestó Franco simulando un falso
enojo.
Thiago rió mostrando la perfecta hilera de sus dientes blancos,
“Pero a mi me gusta así como es. Desprolijo, despistado, con esa
barbita que le crece cuando se olvida de afeitarse, analítico,
hiperactivo, nada complicado...”, lo miró enternecido, “Dulce,
tierno, cariñoso, celoso...”, apartó el cigarrillo para evitar
quemaduras antes que Franco chocara contra él al abrazarlo, iba a
protestar que fuera más cuidadoso cuando estaba fumando pero su boca
se encontraba ocupada con un beso.
No hay comentarios.
Publicar un comentario